Sheila Templado: «Es una odisea conseguir suministros que protejan a nuestra gente»
Sheila Templado aporta un testimonio crudo que resume la impotencia con que viven los audiólogos esta pandemia, sin medios de protección frente al coronavirus a pesar de prestar servicios de salud fundamentales. Y reivindica una «amnistía fiscal» para soportar la catástrofe económica y que las asociaciones del sector levanten la voz ante un Gobierno «insensible».
Nos pensábamos intocables; que, a nosotros, un país moderno de Occidente, jamás nos pasaría, y nos llegó, vaya si llegó, y nos pilló a todos con el paso cambiado. Hoy es día 28 de marzo, lo suscribo porque las cosas cambian por días y puede ser que cuando leáis esto, la situación ya no sea la misma.
Hemos rebasado ya de largo los 5.000 fallecidos por coronavirus, pero la cifra, cuando leáis este artículo, seguramente haya ascendido, por desgracia para todos, por desgracia como país.
Más de 5.000 fallecidos, con un sistema sanitario, el mejor del mundo sí, pero el mejor sistema sanitario del mundo colapsado por culpa de la inacción y la negación previa del riesgo por parte de los responsables del Ejecutivo y de los medios de comunicación, que, sin tomar medidas de contención y prevención, se esforzaron en minimizar el problema durante semanas; ahora, con unos profesionales llevados hasta la extenuación, infectados, que se cuentan por decenas de miles y con un futuro incierto para millones de ciudadanos.
Una tragedia
Una tragedia. Una auténtica tragedia que jamás olvidaremos, que quedará grabada a fuego en la memoria colectiva, pero también en la individual, porque cada uno de nosotros, de una u otra forma, se ha visto afectado; si no directamente por haberse infectado, por la ansiedad y el estrés de ver sus proyectos vitales en riesgo. Y es que, a ustedes, a los que me dirijo, profesionales sanitarios del sector privado, grandes olvidados de toda esta situación, colegas autónomos, emprendedores y pymes, con pequeños o medianos centros auditivos o clínicas, esto nos ha llevado al límite poniendo a prueba nuestra capacidad de gestión y la viabilidad de nuestras empresas.
Sin duda sobreviviremos, nuestros proyectos de vida sobrevivirán, lo tengo claro; y lo haremos sin la ayuda de un Gobierno que nos ignora. Sufriremos, pero sobreviviremos. Resiliencia.
El pasado 12 de marzo, tuvimos que abandonar corriendo nuestros puestos de trabajo, dejando todo a medias, de improviso. La cosa ya se había ido de madre. Pese a que Murcia fue la última Comunidad Autónoma en registrar casos, fue de las primeras en ordenar confinamiento, y mandé a todo el personal a casa. Una semana antes, yo como todo el mundo no experto en pandemias o enfermedades infecciosas, o sea la mayoría, veíamos esto como un imposible.
Anticiparse, por intuición
Durante los días anteriores, mi equipo y yo ya estábamos utilizando mascarillas y un estricto protocolo de lavado de manos e higienización de las instalaciones, quizás por ligera deformación profesional, o quizás por la memoria residual de mis años jóvenes como voluntaria en socorros y emergencias de la Cruz Roja y del SAMUR (Protección Civil), o quizás por simple intuición, pero lo que sea hizo que fuéramos adelantándonos, ligeramente, a los hechos que se iban sucediendo.
Aunque, sinceramente, no es nuestra actividad una actividad sanitaria donde acostumbremos a usar mascarillas o guantes, pese a tocar directamente a las personas y estar muchas veces a menos de 20 centímetros de su respiración. Los guantes solo se usan en raras excepciones, por ejemplo, cuando detectamos micosis en los conductos auditivos de las personas y tenemos que manipular un audífono. Por lo que nuestros stocks de estos materiales de protección individual, no es que sean muy extensos, por no decir inexistentes.
Para nuestra sorpresa, nuestra actividad no fue cesada con el Decreto de Estado de Alerta del Gobierno central. Ni la nuestra, ni la de odontólogos, fisioterapeutas, nutricionistas, ópticos, logopedas y otras profesiones sanitarias afines y similares, que, si bien son de necesidad para la mejora de la calidad de vida de las personas, no son imprescindibles para la supervivencia de la población. Si cerrábamos las puertas de nuestra empresa y mandábamos a nuestros trabajadores a casa, era por nuestra cuenta y riesgo.
Y entonces comenzó la odisea para conseguir suministros que protegieran la salud de nuestra gente. Pero el decreto del Gobierno ordenaba la confiscación de todo material sanitario de estas características, por lo que nuestros proveedores habituales, farmacias o empresas especializadas en EPI (Equipos de Protección Individual), se habían quedado sin suministros, incluso para ellos mismos, y no podían facilitarnos material. Lo que tuviéramos en almacén es lo poco con lo que podíamos contar, eso, y alguna cosa encontrada por Internet cuya fecha prevista de entrega era para mayo, o sea, nada.
Denuncias de otras profesiones
Sin posibilidad de garantizar la seguridad del personal y de los pacientes, diferentes colectivos profesionales sanitarios del sector privado se movilizaron y denunciaron públicamente la situación; odontólogos, fisioterapeutas, logopedas, etc; que sí cuentan con colegios profesionales. Nosotros, audiólogos y audioprotesistas, sin un colegio profesional o una asociación fuerte y con carácter que defienda y visibilice la situación del colectivo y que dé la cara públicamente, nos hemos encontrado solos, demandando cierta sensibilidad al Gobierno para que no solo no nos destroce el virus, sino que no destroce nuestro futuro la inacción y la ausencia de medidas económicas reales que ayude a no empeorar más la situación que nos ha caído encima.
No hay unión, no hay una organización que defienda nuestra profesión. Más allá de unas recomendaciones llena de buenas intenciones de cómo protegernos, (que agradezco mucho, pero la empresa de prevención que tengo contratada ya hizo ese trabajo), no he visto a nadie partirse la cara por la situación que está viviendo nuestro sector, en el que ni el 20% de los centros auditivos del país siguen abiertos.
¿De qué sirve que no cesen nuestra actividad si no tenemos acceso a mascarillas para protegernos a nosotros y proteger a nuestros pacientes?
Y yo soy afortunada, gracias a nuestra actividad médica fui previsora e hice acopio de un pequeño stock de estos materiales; pero se acaban, y he tardado más de 15 días en poder conseguir que un proveedor se comprometa a suministrarnos mascarillas FFP2 previsiblemente, la próxima semana. Eso, y la solidaridad de un particular que nos va a donar dos pantallas de protección facial fabricadas en su casa mediante impresora 3D, al cual quiero agradecer públicamente su generosidad. Porque nosotros tenemos que continuar, las personas con crisis de vértigo también nos necesitan, los que no oyen bien, los que dependen de sus audífonos para comunicarse con los demás o los que tienen una enfermedad en el oído y precisan atención especializada; necesitan ser atendidas, tenemos que estar a su lado y nosotros garantizar en todo momento la seguridad en el servicio de urgencias.
Pero además, si la cosa no cambia, pese a tener actividad cero e ingresos cero, o que nuestros ingresos hayan caído más de un 90%, las cotizaciones sociales y los impuestos caerán sobre nuestra cuenta bancaria, como una apisonadora. La solución del Gobierno es “endéudate para seguir pagando impuestos”. Algo “extremadamente solidario” en los tiempos que corren. (Nótese lo irónico del comentario). No podemos acogernos a ninguna medida económica por cese de actividad, el Gobierno no nos ha prohibido trabajar. Tendremos que esperar a elaborar tediosos requisitos administrativos burocráticos y memorias económicas que reflejen el parón en nuestra actividad, que ya veremos resuelto, si es que lo vemos, dentro de algunos meses; en vez de suspender automáticamente las cotizaciones a todos los autónomos de este país.
Cómo se transmite, cómo prevenir
Según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, este virus posee un alto índice de variabilidad, que le proporciona una mayor adaptación a distintos animales. Los coronavirus son muy prevalentes en la naturaleza, y tiene una gran capacidad de recombinación de su material genético, dando lugar a la aparición de nuevos agentes infecciosos.
Hay presencia del virus en el pulmón, pero lo que le confiere esa peculiar gran capacidad de contagio y transmisión es que tiene alta expresión en células de las vías respiratorias superiores. En el 90% de los casos, el periodo de incubación es de entre 5 y 7 días. La mayoría transmiten la enfermedad cuando están sintomáticos, pero hay una parte que la transmite sin síntomas. Y como «aquello que no podemos ver, no lo podemos detectar» debemos extremar las precauciones. El 81% de los casos son leves, 14% son graves, con neumonía e ingreso hospitalario, y un 5%, muy graves, precisan ingresos en UCI. Y en estos últimos se encuentra un alto índice de letalidad en relación con la edad.
En el gabinete, permitir acompañantes solo en caso de pacientes con incapacidad para acudir por sus propios medios. Hay que informarles a todos de las medidas de higiene y prevención, y que colaboren estrictamente. Si el paciente dispone de mascarilla, o presenta síntomas, que la use. Se deben reducir las consultas a las imprescindibles y la atención virtual online que ofrecen las prótesis auditivas de última generación cobra especial protagonismo.
Más vale contar con stock de material de prevención, si es posible. Y como siempre, me gusta transformar los retos que me pone la vida en oportunidades para la mejora y el crecimiento tanto personal como profesional, espero y deseo que a partir de ahora, como especialidad sanitaria, continuemos, cuando acabe el riesgo por COVID-19, con los métodos de protección; incluso cuando viene algún paciente con síntomas de catarro o gripe común. Os invito a aprovechar estos días largos de confinamiento para reciclaros, hacer formación, mantener activa la mente, filtrar el exceso de información, protegeros y proteger a vuestros mayores, y hacer todo aquello que posponíais por falta de tiempo. Ánimo y resistencia. El sol volverá a salir después de la tormenta.
Riesgo de salud y económico
Como vicepresidenta de la patronal femenina de la Región de Murcia (OMEP), no he parado de apoyar públicamente al presidente de la ATA, Lorenzo Amor, en todas sus reivindicaciones en apoyo a los autónomos, y de visibilizar la situación particular en el sector de la salud, y sobre todo a la audiología, visibilizando la realidad a la que nos enfrentamos. No es solo el riesgo económico, sino para nuestra salud y la de nuestros pacientes por no tener acceso a los materiales y a las medidas de prevención. Seguiré defendiendo esta profesión, aunque sea de forma individual, hasta que no me quede aliento.
En los próximos meses, mantener las medidas de protección, de limpieza de las instalaciones, de los materiales y de protección individual, ya que mientras no exista la vacuna, seguirá persistiendo el riesgo, aunque disminuya. Tomemos esta experiencia para introducir cambios en nuestra conducta y hábitos profesionales. Yo, a partir de ahora, tendré siempre a mano mi mascarilla.