“No se resigne a oír mal”: puede propiciar insomnio, estrés, demencia, Alzheimer... Día Mundial de la Audición 2024
“No se resigne a oír mal” o también “Oír bien es vivir mejor. Salud auditiva y calidad de vida”. Ambos mensajes resumen la esencia de la mesa redonda con motivo del Día Mundial de la Audición protagonizada por las asociaciones ANA, AEDA y SEORL en la Clínica Universidad de Navarra (CUN) en Madrid.
La idea central para concienciar a la población apunta a los problemas que propicia la hipoacusia, derivados del deterioro cognitivo: estrés, insomnio, depresión y, en los casos más graves, demencia y Alzheimer. Aunque todavía no se puede afirmar categóricamente que la pérdida de audición sea una “causa” directa de la demencia -probablemente la enfermedad que más alarma social suscita- varios estudios recientes sí establecen que se trata del “primer factor modificable” relacionado, tal como puntualizó el Dr. Juan Manuel Espinosa, vocal de la Asociación Española de Audiología (AEDA).
De entrada, el debate ha arrancado con una exposición de la magnitud de las repercusiones económicas de la hipoacusia no tratada, por parte de la Dra. Paula Sánchez, representante de la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL), quien definió cuatro aspectos: costes en atención médica, ya que esas personas necesitan más recursos, tanto por su deterioro cognitivo como por limitaciones físicas que repercuten en la productividad, el desempleo o las jubilaciones prematuras, y finalmente los más “intangibles”, que son los derivados de la pérdida de la calidad de vida y la discapacidad. La OMS estima que al año globalmente ascienden a 980.000 millones de dólares, que para comprenderlo mejor, sin un número macroeconómico tan abstracto, podría equivaler a 270 hospitales como el Central de Asturias, donde trabaja Sánchez, o dos terceras partes del PIB español.
El Dr. Manuel Manrique, de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), subrayó la importancia de la prevención en diferentes estadios de la pérdida auditiva, incluso antes de los primeros indicios, como se hace al cuidarse para no sufrir un infarto, por ejemplo, porque luego una buena audición resultará determinante para asegurar un “envejecimiento saludable”, de ahí que él transmita con frecuencia esa recomendación de “no se resigne a oír mal” para que “cale” en la sociedad. Este ORL también ha aludido a un programa de investigación en el que están comparando la evolución de personas con hipoacusia y otras normoyentes, para ver cómo varían unos y otros en el plano cognitivo, de aislamiento, depresión… a lo largo de al menos seis años.
Un 80% de satisfacción con los audífonos
Acerca de los beneficios concretos de los audífonos, el moderador, Javier Santos, vicepresidente de AEDA, ha interrogado a Francesc Carreño, presidente de la Asociación Nacional de Audioprotesistas-Audiólogos Protésicos (ANA), quien ha aportado datos del último estudio EuroTrak, como que el 80% de los usuarios de estos dispositivos están satisfechos con su uso, “no sólo porque oían más, sino también porque habían mejorado su calidad de vida”. En detalle, ha relatado cómo algunos usuarios confiesan en el centro auditivo que padecían desórdenes en el sueño (“no duermo bien, me levanto cansado y estoy todo el día estresado”).
También se da la paradoja de que entre las diez principales causas aducidas para no utilizar audífonos, un 68% piensa que no son confortables, “pero es curioso que son personas que no los llevan”, reveló Carreño, además de que un 61% cree que su pérdida auditiva no es suficiente para buscar ayuda profesional.
Otro estudio, en este caso evocado por el Dr. Manrique, se publicará en breve y ha detectado, entre otras tendencias, que el aquejado por hipoacusia tarda diez años en dar el paso de adaptarse un audífono o un implante, aunque pérdidas moderadas ya causan un deterioro cognitivo del cual “no es consciente” el afectado, además de que va a hipotecar después los resultados de esa adaptación con tecnologías de ayuda.
“Falsos mitos”
Campañas como esta del Día Mundial de la Audición deben ayudar a “erradicar falsos mitos” como que la persona con pérdida de oído pueda arreglárselas “entrenando” a su sistema auditivo, poniendo atención cuando hablan sus interlocutores, porque “no es así, es un error, se están entrenando otras cosas, un sistema visual, cognitivo, pero a nivel auditivo no hay ningún tipo estímulo, sino la deprivación”.
El Dr. Espinosa ha aclarado el concepto de “deterioro cognitivo” como el que afecta a “la habilidad para procesar la información que llega por la percepción”, en este caso, auditiva, una cuestión que alcanza memoria, comportamiento e incluso los sentimientos. De hecho, el representante de AEDA ha recordado que no se oye con el oído, propiamente dicho, que funciona como simple receptor, sino con la parte de la corteza del cerebro que se encarga de la audición. De ahí que al no oír, la persona hace un esfuerzo por entender con otras áreas cerebrales.
Un informe sobre medio millón de personas en Dinamarca ha puesto de manifiesto que al cabo de diez años, quienes sufrían hipoacusia sin tratar tenían mayor riesgo de demencia, con independencia de otros factores como el nivel socioeconómico, género o edad. Y eso cuando la pérdida auditiva es el principal factor de riesgo “modificable” de sufrir demencia.
El “circuito” del hipoacúsico
Para desentrañar las razones por las que el individuo afectado por este problema sensorial tarda una década -nada menos- en asumirlo y abordar que necesita ayuda profesional, el presidente de ANA aludió a que en el estudio EuroTrak también se buscan las claves de ese “circuito”, el itinerario que recorre desde que tiene las primeras pistas de que no oye correctamente, incluso también cuando ya un médico ORL le ha diagnosticado. En definitiva, si no llega a consultar al profesional de un centro auditivo, hay menos posibilidades de que acabe aprovechando la adaptación de unos audífonos.
Al respecto, el Dr. Manrique entonó un “mea culpa” porque probablemente algunos ORL no envían con la suficiente premura al usuario potencial de estos dispositivos al gabinete auditivo y la Dra. Sánchez señaló que no hay un cribado de adultos -como sí existe el de recién nacidos- por su coste económico, pero se podrían utilizar unos cuestionarios básicos de detección de hipoacusia en las consultas de los médicos de familia, por ejemplo.
En todo este proceso, resulta primordial “la información que se le dé” al individuo y el reto está en persuadirle de que las pérdidas de leves a moderadas también requieren de atención temprana, para que no agraven su estado posteriormente.
Finalmente, el Dr. Manrique exhortó a no descartar la solución quirúrgica cuando esté indicado, sin limitaciones: “Los implantes no tienen edad”. Y para dar fuerza a su afirmación, subrayó que este tipo de intervención se ha realizado con éxito hasta en personas de noventa y cien años. Y el Dr. Espinosa alertó de la situación tal vez más urgente y perentoria: la hipoacusia súbita. Cuando una persona note que repentinamente no oye nada, debe acudir sin demoras para comprobar si se trata de un simple tapón de cerumen, porque si es una pérdida auditiva, suele haber tratamiento farmacológico en las primeras horas-días (24-48 horas), pero no después. Y como suele ocurrir en un solo oído, el Dr. Manrique ha aprovechado para recordar el interés crucial de la binauralidad, con carácter general, para todas las rehabilitaciones auditivas, no sólo las de estos casos súbitos.
Para ver en vídeo el desarrollo completo de la mesa redonda, pueden visitar este enlace.